+Mujeres en tecnología

Liliana Reyes
10 min readApr 23, 2021

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Para hacer realidad que seamos más mujeres en carreras relacionadas a las ciencias y tecnología, no basta con que hagamos esfuerzos para que nosotras ganemos confianza e ingresemos a este espacio. Necesitamos generar cambios en nuestra sociedad, para que sea una industria más amable y equitativa, pero principalmente, necesitamos contar con hombres que sean nuestros compañeros y primeros promotores de esta mirada. Hoy en el día de las mujeres en tecnología, quiero agradecer a los hombres que he tenido la suerte de conocer y quienes no sólo me han enseñado mucho, sino que también me han impulsado a seguir adelante con los desafíos que me he impuesto.

Mujer en tecnología. Imagen de https://unsplash.com/s/photos/women-in-tech

Mi viejo

Sé que en el fondo de su corazón él hubiera querido que yo fuese un niño. Sin embargo, el que fuera mujer no hizo que me alentara menos. Jugué con muñecas y peluches, pero amaba mi triciclo, en el cual recorría la casa donde vivíamos y se convertía en mi camión imaginario. Sí, me gustan los camiones (aquí una fan de Optimus Prime). Mi viejo me alentaba en mi gusto por los autos, el cual compartíamos y no se horrorizaba cuando íbamos de visita con mis tíos y pasaba horas jugando con mi primo y sus autos a control remoto. Era mi paseo dominical favorito.

El gusto por el fútbol por supuesto lo heredé de él. Llegaba luego del trabajo y nos sentábamos en el piso a ver jugar a la universidad de Chile, equipo del cual era hincha. Pero me enseñó a disfrutar el fútbol y ser objetiva en su análisis, más allá de ser fan de un equipo. A conversar de fútbol por gusto, y no con la idea de convencer a otro de que su equipo era el mejor.

También me enseñó a dar la mano fuerte, porque así se muestra respeto y carácter, y desde que tengo recuerdo, a todos a quienes les doy la mano les llama la atención este gesto tan “masculino”. A él le encantaba leer y hasta sus últimos días se preocupó por aprender cosas nuevas. Creo que eso fue lo que hizo que su mente se mantuviera lúcida. Me transmitió que debía estudiar para ser independiente y ganar mi propio dinero, sin depender de un hombre (que me mantuviera), pero principalmente me enseñó que si quería, podía estudiar lo que yo quisiera, sólo había una condición: poner todas las ganas, pues debía apuntar a ser la mejor.

De él aprendí a poner pasión en todo lo que hago y a ser perseverante.

Mis profesores

Aprendí a querer las matemáticas gracias a mis profesores. En mi educación básica, Victor Manriquez (nunca olvidé su nombre) fue quien hizo la diferencia, no sólo haciendo que perdiera el miedo de salir a la pizarra, sino que enseñándome no sólo a mí, si no también a mis compañeras, con respeto y motivación. Gracias a él superé el miedo a las divisiones, y siempre fue uno de mis ramos favoritos, porque me mostró lo entretenidas que pueden ser cuando ves en ella “un desafío”. Esta misma actitud fue la que tuvo mi profesor en la época de instituto, que viendo lo mucho que nos gustaba resolver ecuaciones a una compañera y a mí, nos daba ejercicios extra para realizar, además de motivarnos a que nos cambiáramos de carrera, y que en lugar de sólo quedarnos con análisis de sistemas, fuéramos por la ingeniería.

De ellos aprendí que si vuelves entretenido algo que es percibido como aburrido o difícil, y, lo conectas con lo que a tu alumno le gusta (en mi caso resolver problemas), puedes hacer que abracen nuevos desafíos que de otra manera no tomarían .

Mi primer líder

Si bien no fue la primera persona de la cual dependí laboralmente, César es una de las personas de las que más aprendí y a quien considero mi primer líder.

Cuando llegué a trabajar con él, nuestra oficina estaba al final del pasillo en un antiguo edificio del centro de Santiago. El techo tenía moho, y como se acostumbraba en esa época (+-20 años atrás), el espacio de TI no era cool ni mucho menos cómodo. César lideraba la implantación de un ERP, tenía a dos compañeros que lideraban algunos módulos del sistema, pero él estaba sólo. Yo llegué a implementar unos reportes, que eran programas escritos en Pro C que sólo consultaban información. Si mal no recuerdo, me asignaron un mes ahí, terminé quedándome casi cuatro. Escuchaba y veía a César lleno de trabajo, pero me llamaban la atención un par de cosas. La primera, que los usuarios lo querían. No tardé mucho en darme cuenta por qué: explicaba de manera sencilla aspectos “técnicos” que podían ser complejos, pero además cumplía con sus compromisos, los usuarios confiaban en él. Y es uno de los hombres más inteligentes con los que he tenido la suerte de trabajar. Lo segundo que llamó mi atención, era el amor por su familia. Su esposa lo llamaba una vez al día, y él, no se complicaba por llamarla “mi amor” mientras estaba al teléfono conmigo o mis compañeros cerca. Cuando hablaba de ella y sus hijas, su mirada se iluminaba. Realmente se sentía orgulloso de ellas.

Al pasar poco más de una semana, terminé los reportes que había llegado a implementar. Me acerqué a él y le dije que había terminado, que había probado y que faltaba sólo pasarlo a los usuarios para que ellos probaran. Y pregunté en qué podía ayudarlo. Me dijo ¿sabes hacer procesos? (programas que no solo consultan, que cambian el estado de la información) y respondí que no, pero que podía aprender. Sonrió. Me entregó un proceso del módulo tesorería. ¡Cómo me divertí! imprimí el programa en la impresora matriz de punto, para facilitar el seguimiento y revisión de sentencias, y, en algún momento, lo expandí en el piso. Revisé con cuidado sus líneas, porque buscábamos un error “aleatorio” con un desborde de un número. Pasaron unos días y di con el problema: una variable mal definida hacía que un dato de corrompiera. Quienes han programado en C, saben, lo complejo que es dar con estos errores. Corregimos el programa y él llamó a la oficina central de la empresa para reportar el error, que podía estar en otras instalaciones de clientes y claro, ya lo habían detectado, pero no nos habían hecho llegar la versión corregida. Él mencionó que yo había encontrado el problema.

Me quedé un tiempo más ahí, pero ahora viendo el sistema de contabilidad. ¿Sabes PLSQL? preguntó. No, pero aprendo. Respondí. Es así, que el siguiente mes programamos juntos, iba explicando paso a paso las instrucciones, que hacían, por qué usar una u otra y hasta nos tocó buscar algún descuadre de datos. Eran días que pasaban rápido, pues tenía mucha entretención. Todos los días aprendía algo nuevo.

César tomaría vacaciones y ese año organizó un viaje al sur con su familia. Me comentó que quedaba a cargo del sistema de contabilidad, y de cualquier problema que pudiera pasar. Tenía el comodín de llamarlo en caso de incendio, pues había un package (programa) que podía darnos problemas: el cierre contable. Sé que su decisión llamó la atención de mis dos compañeros, mayores que yo y con más antigüedad. Pero él creyó que yo podía. Y ahí estaba, con 18 años, respondiéndole a los usuarios que habían problemas, pero que los estábamos resolviendo, coordinando mi ingreso el fin de semana al edificio (para contar con los accesos), y resolver el problema. Y sí, ocupé el comodín telefónico. Y él, una vez más, me ayudó a encontrar el problema en el código, siguiéndome prácticamente de memoria. Encontramos el problema y me tocó actualizar la información de cierre contable.

Con César vi que su amor por sus hijas y respeto por las mujeres lo llevaba a todas partes, y que si una persona muestra las ganas y capacidad para tomar responsabilidad, no importa su edad, ni su género. Aprendí, que cuando te ofreces a ayudar, siempre vas a aprender y a crecer muchísimo más de lo que imaginas.

Mi primer líder técnico

Gracias a que había mostrado un buen desempeño junto a César, él me recomendó para un equipo pequeño que armarían para centralizar el desarrollo y mantención del ERP. Ese equipo, era liderado por uno de los socios de la empresa, quien siempre amó programar.

Él había creado toda una librería que nos permitía simplificar la implementación de reportes y programas del ERP, con lo cual pude aprender cómo crear componentes para acelerar el trabajo de los equipos. Una de las cosas que más valoro de este periodo, es el equipo que formamos. Éramos una familia. Todos quienes trabajábamos ahí éramos felices porque aprendíamos y teníamos como líder a alguien a quien admirábamos. Los desafíos de programación y competencias de calidad de software, lograron que todos pusiéramos empeño en la calidad y que nuestras aplicaciones estuvieran preparadas hasta para las combinaciones de teclas más raras.

Fue el periodo donde más aprendí y disfruté programar, donde mi líder y compañeros me motivaron a ello. Y acá también me di cuenta, gracias a los desafíos que me tocó enfrentar, que era buena gestionando y que quería probar dedicarme a ello. Dejar este espacio “seguro” donde me iba bien, era un salto al vacío enorme, pero valía la pena intentarlo.

Con Russell aprendí lo importante que es divertirte mientras trabajas, formar equipos unidos y que está bien que todos tengamos diferentes aspiraciones. No sólo es bueno entenderlo, también es necesario potenciar a quienes tienen “hambre”. Y aunque llena de susto por la decisión, tomé mi oportunidad y seguí mi instinto.

Mis compañeros

Luego de mi salida de la zona de confort vinieron muchas aventuras nuevas y he dejado para el final a mis compañeros con los que comparto hasta el día de hoy.

Pocos lo saben, pero a algunos de mis colegas de trabajo actual los conozco de un trabajo anterior, hace más de 13 años atrás. Eramos parte de un equipo en una consultora, donde estábamos divididos en dos áreas: desarrollo y soporte. Mi compañero Ricardo lideraba soporte y yo el área de desarrollo. Ambos trabajábamos codo a codo, desde buscar clientes, ejecutar consultorías, dictar talleres, hasta cobrar. Siempre me sentí acompañada, apoyada y respetada por mis compañeros. Recuerdo una vez, íbamos a pedir aumentos de sueldo y él, le dijo a nuestro jefe que no aceptaría su aumento, si no me subía el sueldo a mí en la misma cantidad. Porque trabajábamos juntos y teníamos la misma responsabilidad. Claramente nuestro jefe no esperaba esto (ni lo comprendió del todo), pero nos subió el sueldo a ambos.

Cuando ves una situación de inequidad, debes hacerte cargo. Por supuesto, para ello, no importa el género, ni lo que digan de ti los demás. Haz lo correcto.

Otro de los hombres de los que he aprendido muchísimo en mi vida profesional, es Victor. Lo conocí cuando él tenía tan sólo 19 años y ya era un desarrollador genial en esa época. Nunca le complicó que yo fuera mujer y que liderara los desafíos que abordábamos juntos. De las historias que más recuerdo es como trabajamos en el desafío de traspasos web entre AFP, no sólo porque fuimos un equipo pequeño, él, yo y un compañero que llegó a realizar su práctica, sino por el impacto de nuestro trabajo y como ambos, conociendo las capacidades del otro, y confiando en ellas, pudimos sacar lo mejor de nosotros mismos.

No importa el tamaño del equipo, suman el entusiasmo, las ganas y pasión que pones en tu trabajo. Y, lo que realmente hará la diferencia, es el respeto mutuo y la confianza en el trabajo del otro.

Por último, Leo. Cuando lo conocí, fue a probar su charla para Google, a la pequeña oficina que teníamos en Continuum por aquella época. Ya era un apasionado por el desarrollo y desbordaba ganas de generar impacto. Él buscaba un lugar donde poder tener influencia en las decisiones, un lugar donde poder construir algo distinto y así finalmente ingresó a Continuum. He tenido la suerte de trabajar junto a él en algunas iniciativas y no sólo ver lo tremendamente capaz que es, sino aprender muchísimo. De los desafíos donde más he corrido para seguir el ritmo, y donde más he aprendido, están aquellos donde he sido su compañera. ¿Qué he aprendido? que podía seguir re-inventándome y aprendiendo, que podía ir más allá que solo gestionar “proyectos”. Gracias a que él y Ricardo me dieron espacio en Continuum, ¡me los tomé todos! y armé el área de diseño, luego tomé el rol de operaciones y formé un área nueva: la vertical de salud. Y pretendo seguir no sólo tomándome espacios, si no creándolos.

Aproveché las oportunidades que se me presentaron. Pero en varias de ellas fueron hombres los que las crearon o que me impulsaron a tomarlas. Y de eso se trata, no sólo de que nosotras creamos que podemos, sino que quienes nos rodean también lo crean.

Mi marido

Cuando recién empecé a hacer mi práctica, tenía un pololo celoso. Veía con malos ojos que la mayor parte de mis compañeros fueran hombres, y peor aún, que trabajara y fuera independiente. Y con el dolor de mi alma, lo dejé. No había invertido tiempo y esfuerzo estudiando para no ejercer, y por supuesto no quería ser dependiente, quería ser compañera de mi pareja. Por esto valoro el compañero que encontré. Tengo la suerte que él también trabaja en tecnología y por lo tanto entiende por qué no descanso hasta entender o encontrar soluciones. Discutimos ñoñerías juntos, entiende por qué me quedo leyendo o estudiando hasta tarde (muchas veces él también lo hace), y me sigue la corriente cuando voy por una nueva iniciativa. Somos equipo.

Con Yerko aprendí a aceptar mi sensibilidad y que podía permitirme no siempre ser fuerte. A que muchas veces el cariño tiene forma de comida(cocina increíble) y que es válido recibir y pedir ayuda.

Necesitamos más hombres siendo compañeros, representantes y promotores de mujeres en diferentes ámbitos, más niños siendo criados entendiendo que somos iguales, y por supuesto, más mujeres atreviéndose a tomar las oportunidades que se presenten, y que si no se presentan, tengan el hambre de ir por ellas.

Espero que muchísimas más mujeres tengan la fortuna de tener padres, profesores, líderes, parejas y compañeros tan geniales como los que he tenido y que espero seguir encontrando en mi camino.

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Liliana Reyes

CEO at Continuum HQ. Team lead at +MujeresenUX mentoring program, Member HL7 Chile.